Nuria Álvarez: "Me quedo con la prensa, con mi etapa como periodista, aunque reconozco que fue muy dura"
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Entrevistamos a Nuria Álvarez con motivo de su jubilación

Nuria Álvarez: "Me quedo con la prensa, con mi etapa como periodista, aunque reconozco que fue muy dura"

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"Individualmente y a nivel personal, de amistad, estaré para todo el mundo con quien he mantenido una relación especial. Un café o una comida. Pero no tengo intención de prodigarme por actos públicos". Nuria Álvarez
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Nuria Álvarez, responsable de Relaciones Institucionales y Comunicación de Conepa y Asetra, se jubila. Por todos conocida en el sector de la posventa de automoción, lleva al servicio de este desde el año 83, o lo que es lo mismo, la friolera de 40 años de intensa dedicación. Primero desde las trincheras del periodismo y luego desde el otro lado, el ámbito asociativo, al que ha estado ligada desde que se incorporase a las citadas patronales en 2011.

Todo aquel que la conoce solo tiene buenas palabras sobre ella, y es que habitualmente en el sector se la define como mujer apasionada, implicada con su trabajo y con predisposición de servicio para con la posventa. Y no es de extrañar, ya que Nuria Álvarez es una histórica que ha hecho muchísimo por el sector. Tanto es así que aterrizó en Tecnipublicaciones cuando la prensa especializada llevaba tan solo un año funcionando. Y, además, fue una de las fundadoras de General Ediciones, editorial que acogió bajo su seno algunas de las primeras cabeceras especializadas, como Recambio Libre, Neumáticos+Accesorios o Mi Coche a Punto. 

Nuria Álvarez se va pero no sin dejar huella. Y por ello hemos querido rendirle homenaje con esta entrevista, en la que nos cuenta cómo ha sido su paso por la posventa. Una charla cálida en la que hablamos de pasado, de presente y también de futuro. De un merecido futuro, prometedor y tranquilo, en el que le toca disfrutar más que nunca. Se lo ha ganado a pulso.

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Nuria Álvarez ha estado al servicio de la posventa desde 1983

¿Cómo llegaste al sector?

Mi primer trabajo en el sector fue en una revista del automóvil, Autopista. Me lo propuso un profesor de la universidad que trabajaba allí, junto con su mujer, como maquetadores. Él me daba Tecnología de la Información, donde se trataban temas de maquetación. Me llamó y me propuso hacer la suplencia de los dos durante quince días. Dije que sí. Era la época del tipómetro, cuando había que medir las líneas, los huecos para las fotos… Era un trabajo muy manual, de manguitos. Y yo, loca de mí, en aquel momento, sin experiencia previa y sin nadie a quien poder pedir ayuda porque me quedaba sola, dije que sí. Y lo conseguí. Estuve quince días y cerré dos números. Me lo pagaron estupendamente y fue mi primer sueldo dentro del sector. 

¿Y después?

Luego fui al diario Pueblo. Mi profesor, que era redactor de cierre en ese periódico, me propuso hacer prácticas durante el verano. Dije que sí, pero al final no fue un verano: me quedé año y medio y aprendí de todo. Trabajé mucho en maquetación en cierre. La labor del maquetador era importante: todos los maquetadores eran periodistas, y buenos, capaces de cambiar titulares, hacer sumarios, cortar textos, alargar textos… Allí conocí a gente súper interesante, como Julia Navarro, Arturo Pérez-Reverte, Javier Martínez-Reverte o Manuel Marlasca, el padre de Manu, el periodista de Antena 3. A Manu le conocí de pequeñito. Era una etapa ya muy tardía de Pueblo, ya en su fase de cierre. Y un día Evelio Muñoz, el director de las páginas de motor, me dijo que había una editorial de revistas relacionadas con el automóvil que estaba buscando gente, Tecnipublicaciones. Les dio mi nombre y, tras una entrevista con Eugenio Feijoo, quien sería mi socio y mentor más adelante, me incorporé en 'Nuestros Talleres' en el año 83, publicación que ya llevaba un año en el mercado. Estaba despegando 'Recambios y Accesorios'. Me integré en un equipo que daba soporte a esas dos revistas. Enseguida me empecé a dedicar al tema del recambio y a los 25 años ya dirigía la revista.

¿Cómo fue trabajar allí?

Trabajé allí durante ocho años. Fue una época muy interesante. Teníamos un equipo de redacción y comercial fuerte, con oficina tanto en Madrid como en Cataluña, lugar que suponía prácticamente el 80% de la facturación. Por aquel entonces la industria de componentes estaba formada, mayoritariamente, por empresas españolas, la mayoría ubicadas en Cataluña. Y la distribución estaba conformada por recambistas, pequeñas y medianas empresas, con mucha tradición, creadas una parte de ellas en la posguerra y otras en los años 60, a raíz del boom del automóvil en España. Yo llegué a tener tres redactores para una sola revista, 'Recambios y Accesorios'. Luego también me dediqué a coordinar una publicación muy técnica dedicada a la carrocería, 'Cuadernos de chapa y pintura'. Tecnipublicaciones fue una escuela de prensa especializada en todos los sectores en los que estuvo, y estuvo en muchos. 

Por aquel momento los talleres eran pequeñitos, como ahora. Y los distribuidores de recambios eran casi igual de pequeñitos. Eran tiendecitas minoristas repartidas por toda España, muy dispersas y muy solas. Y luego estaban los grandes mayoristas, que les suministraban y que compraban directamente a los fabricantes. Era además un momento de cambios importantísimos para España. Se produjo una liberalización económica enorme. Como referencia te puedo decir que, cuando entré, la gente todavía recordaba como muy cercanas etapas en las que los descuentos en los canales de fabricante a taller, o de distribuidor a taller, estaban pactados en productos como los neumáticos o los lubricantes. No había libre competencia en esas gamas. El fabricante vendía con el 16% al distribuidor y el distribuidor vendía con el 8% al taller. No era así, ni mucho menos en otros productos: viví también la etapa de la gran guerra de los descuentos en productos de gran rotación.

Veníamos del franquismo, era una época de inflación galopante, las tarifas subían a veces todos los meses. Por otra parte, estábamos iniciando nuestros pasos en Europa. Entramos en el 85 y cambiaron muchas cosas en materia de normativa, como el IVA o la estructura fiscal. La gente estaba tan perdida que, cada mes, cuando les llegaba la revista, se lo leían todo. Se llevaban la revista a casa para leerla los fines de semana y recibíamos múltiples llamadas con preguntas. Esa necesidad de información nos permitió dar muchos pasos adelante e introducir nuevas iniciativas que hicieron sentir al sector que la prensa aportaba valor.

¿Qué pasos?

Creamos, por ejemplo, lo que llamamos encuentros 'Cara a cara’. Fue la génesis de Motortec en Madrid, porque en aquellos encuentros ya incluíamos a muchos proveedores exhibiendo. Las ferias de referencia estaban en Cataluña, el Salón del Automóvil y Expomóvil, y se turnaban una u otra, es decir, había feria todos los años. Pronto la gente empezó a pensar que Madrid también necesitaba feria. 

Hicimos decenas de encuentros 'Cara a cara' en toda España. En Madrid, utilizábamos los recintos de Ifema, entonces situados en la Casa de Campo. Eran auténticas miniferias con jornadas técnicas llenas de conferencias. Se nos llenaban. Siempre pongo como ejemplo un evento en Sevilla, donde, en una conferencia sobre la entrada en vigor del IVA, hubo 400 personas. No cabían en la sala prevista inicialmente y tuvimos que habilitar varias estancias con circuito cerrado de televisión. 

De televisión, claro. Porque no había Internet entonces. ¿Cómo fue trabajar en esa época?

No había Internet, hasta los 90 no se generalizó el correo electrónico. En mis comienzos, tampoco había fax. Llegaban cuatro notas de prensa por correo postal. Había que trabajar mucho la información, y todo por teléfono o presencial. Hacíamos encuestas todos los meses a distribuidores de recambio de toda España y eso era impresionante en cuanto a volumen de trabajo, pero mejoró mucho cuando apareció el fax y pudimos mandar las encuestas con él. También es verdad que era una época muy buena económicamente. Las facturaciones de las revistas eran estupendas y la competencia muy limitada: en el sector de la posventa solo estábamos las revistas de Tecnipublicaciones y MundoRecambio.

¿Y cómo fue crear el sector?

El poder que teníamos como difusores de información era muy grande. La gente estaba deseando leer entrevistas, reportajes de visitas a fábrica, novedades técnicas en productos, evolución económica… Tampoco existía GiPA y nosotros hacíamos estudios de mercado potencial de consumo de piezas de recambio con el objetivo de compensar esa falta de información básica y necesaria para las empresas. Los complementábamos con otros más periodísticos, hablando con los distribuidores, preguntando por sus ventas reales, y con los fabricantes, interesándonos por su participación de mercado. Era divertido porque fabricantes e importadores exageraban a menudo sus cifras, pero, como nosotros cotejábamos la información de varias fuentes, finalmente todo el mundo apreciaba esa aportación 'real' a un mercado virgen de datos. Fue una etapa súper interesante y de dar muchísimo servicio al pequeño empresario individual que se leía la revista en su casa los domingos. Todo lo que publicábamos tenía mucho impacto. Teníamos que hacer revistas mensuales de más de 100 páginas, y la mitad de ellas eran con anuncios publicitarios, prueba de la repercusión que tenían aquellos medios en su público objetivo.

Háblame de Eugenio Feijoo.

Eugenio Feijoo fue mi socio, mi mentor y una figura de referencia básica en mi vida en el sentido de impulsar, ayudar, dar confianza y dar oportunidades. Siempre ha sido una persona muy feminista. Él me hizo la entrevista que me introdujo en el sector, fue mi jefe durante los 8 años que estuve allí y fue mi socio durante más de veinte años. A día de hoy sigue siendo un amigo y una persona muy importante para mí.

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Nuria Álvarez trabajó en Tecnipublicaciones durante 8 años

De modo que te curtiste como periodista en el sector durante 8 años. ¿Qué paso después?

Corría el año 91 y había rumores de que se iba a vender Tecnipublicaciones, la empresa en la que yo seguía trabajando. Entonces mi jefe directo y un grupo de trabajadores decidieron emprender una nueva etapa. Optaron por crear una empresa similar y me ofrecieron acompañarlos en la nueva andadura. En principio, como trabajadora. Aunque yo estaba muy a gusto en Tecnipublicaciones, lo pensé bien y finalmente decidí irme. Tengo mucho que agradecer a aquella empresa que me permitió aprender en lo profesional y en lo personal, también en lo económico: a los 25 años me compré mi primer piso, un estudio de 30 metros. Es verdad que todo ello lo pude hacer con el apoyo de mis padres, siempre impulsores de hijas luchadoras y libres.

Eso explica muchas cosas sobre tu personalidad.

Los referentes que tienes son importantes. Sin ir más lejos, mi hermana es ingeniera aeroespacial, y es buenísima, experta en control térmico de antenas. Como tuvimos tan buenos referentes, nunca pensé que por ser mujer no fuera a tener las mismas oportunidades que un hombre. Quizá tenga que ver con que mis padres también tuvieron buenos referentes. Mi abuelo vivió durante 20 años en Estados Unidos, se fue de polizón en un barco y se recorrió América de arriba abajo. Volvió a España por amor, se casó con mi abuela y tuvieron dos hijos; chico y chica (mi padre y mi tía) y los dos estudiaron la misma carrera.

Antes comentaste que te ofrecieron irte, "en principio", como trabajadora. ¿Qué significa ese "en principio"?

Significa que al final acabé emprendiendo yo también porque me ofrecieron meter capital. Yo me casaba en ese momento y tenía un poco de dinero ahorrado. Entonces se lo comenté al que ahora es mi marido, que iba a invertir mi dinero en la empresa y después ya empezaríamos de cero juntos. Y así lo hice, esa fue mi primera aportación de capital. Si bien no fue la única, porque después, cada vez que tuve oportunidad, siempre me apuntaba a comprar acciones. Fue un paso increíble en mi vida, yo jamás hubiera pensado que fuese a tener una empresa mía (General Ediciones) y que iba a dar trabajo a otras personas. Llegamos a tener en nómina a 40 profesionales, más colaboradores.

Un cambio de vida absoluto. Te casaste, invertiste, cambiaste de trabajo... Y todo a la vez. ¿Y qué hay de General Ediciones, cómo era la empresa? ¿Y tu papel en la empresa?

Sí, sí, absolutamente (sonríe). Pues llegamos a editar una veintena de publicaciones, entre ellas tres relacionadas con el automóvil: 'Autoprofesional', 'Recambio libre' y 'Neumáticos+Accesorios', que fue la primera revista de neumáticos de España. También editamos 'Mi coche a punto', una publicación de solo cuatro hojas, dirigida a informar a los usuarios finales sobre consejos para el mantenimiento de su vehículo, con una gran tirada, de 200.000 ejemplares. Los propios talleres se las hacían llegar directamente a sus clientes. Llegamos a tener una red de 2.000 puntos distribuidores en toda España. Fue un gran éxito.

En cuanto a mi papel en la empresa, yo hacía de todo. Hacía labores de redacción, viajaba para cubrir actos, estaba al tanto de los temas de logística, llevaba los recursos humanos de la empresa. Explica muy bien cómo lo viví que, durante aquellos años, cada vez que me tomaba las uvas y brindaba, el primer deseo siempre era que nos fuese bien en la empresa y no tuviésemos que echar a nadie. Porque yo siempre me tomo las cosas con mucha pasión, responsabilidad y empatía para con la gente y por eso siempre intento no fallarla. 

¿Qué te llevas de aquella época?

La mejor y más interesante experiencia de toda mi vida profesional. El orgullo de haber hecho todo lo que hicimos. Y, justo antes de que nos llegase la gran crisis del 2008 (que seguramente no hubiéramos podido superar por nuestro tamaño), tuvimos mucha suerte y una importante multinacional de la prensa especializada se interesó por nosotros. Nunca habíamos pensado en vender, pero tras analizar la propuesta, lo hicimos. Pensamos que era lo mejor para crecer, desarrollar proyectos más ambiciosos y garantizar el futuro de nuestra gente. Personalmente, a los socios nos ofreció un colchón económico para tomarnos la vida con muchísima más tranquilidad. 

En mi caso, mi idea inicial fue continuar en la nueva empresa, la verdad. Además, por contrato estaba obligada a quedarme durante tres años al menos.

¿Y qué pasó tras esos tres años?

Me fui. Pensé en cambiar de sector, porque quería cambiar de vida. Trabajaba mil horas, salía de casa pronto y llegaba tarde, trabajaba muchos fines de semana... Ya no quería, ni necesitaba eso. Tomaba la decisión de dejar todo aquello para tener una vida diferente. Y si no trabajaba porque no encontraba nada que me gustase, pues no iba a trabajar, no pasaba nada. Me quedaría haciendo otras cosas (tengo muchas aficiones y mucha vida personal y social fuera del sector). 

Pero cuando me fui, el sector se volcó conmigo y la primera propuesta la tuve en esta mesa (en la sede de Conepa y Asetra).  Y aunque yo en principio quería dejar el mundo del automóvil, lo valoré bien y finalmente acepté, porque comprendí que, a mis 50 años, podía aportar mucho si seguía en el sector, mucho más que en otros sectores. Finalmente salí de General Ediciones a finales de 2009 y en febrero de 2010 ya estaba en Conepa. Y no llegué antes porque pedí tener el mes de enero para descansar, aunque sí participé en una junta directiva de la federación. Allí me di de nuevo cuenta de las ventajas que tiene trabajar con gente y asuntos bien conocidos.

El resto de propuestas, ¿de dónde vinieron?

Hubo de todo. Tuve propuestas de varios medios de prensa (pero tenía claro que mi ciclo ahí estaba acabado), de otras de asociaciones del sector y varios distribuidores de recambios. 

¿Por qué finalmente te decantaste por el mundo asociativo frente a la distribución? 

En primer lugar, Asetra fue la primera en llamar a la puerta. Fuimos muy sinceros por las dos partes: qué queríamos y qué necesitábamos en ese momento. Y supimos hacerlo compatible. Mi trabajo inicial era muy limitado: horario de mañana y fundamentalmente para comunicación externa de Asetra y Conepa. Pero luego las cosas cambiaron. La vida es así. Desafortunadamente, una fatal enfermedad nos dejó sin Ángeles Diánez, directora de Asetra y persona fundamental para esta organización. Y fui asumiendo sus responsabilidades y apoyando cada vez más a Víctor Rivera en todo lo que pudiera ser necesario para ambas instituciones.

¿Cómo has vivido tu etapa en estas asociaciones? ¿Cómo te ha cambiado?

Bueno, digamos que lo que ha hecho ha sido completar mi vida profesional, que hasta entonces siempre había estado en la prensa. Estar aquí tiene otro sentido, otras funciones y otros objetivos, más de representación institucional, de cohesión de grupos de trabajos... Mi vida cambió y yo me dije: ahora soy Asetra y soy Conepa y, en muchos foros, la portavoz e imagen de dichas entidades. Ya no es ir a los actos y tomar notas para contarlo (aunque siempre cuento lo reseñable a mi gente, porque eso un periodista no puede dejar de hacerlo nunca). Y también, claro, tengo que atender a los medios, algo que para mí siempre ha sido una prioridad.

Puedo dar fe.

Es que como periodista siempre he entendido que tenéis que cumplir plazos, que hay fechas. Los periodistas siempre vamos contrarreloj. Un buen ejemplo son los cierres. De este modo, como decía, ha sido una etapa complementaria y, además, muy enriquecedora a nivel privado, porque me ha permitido llevar una vida diferente, haciendo, además, otras cosas que me gustan y antes no podía hacer porque no tenía tiempo. 

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"Siempre digo que tengo un asqueroso sentido de la responsabilidad". Nuria Álvarez

¿Esta etapa te ha permitido tomarte la vida de otra manera?

Siempre digo que tengo un asqueroso sentido de la responsabilidad, que está por encima de todo. Incluso al precio de hacerme daño personalmente. Pero sí es verdad que he podido hacer un montón de cosas personales durante todo este tiempo, complementarias a mi vida laboral. Aunque tengo que decir que, aun cuando no tenía tiempo, le dedicaba todo el posible a mis hijos. Y ellos siempre me dicen que cuando eran pequeños era omnipresente, que era la madre que más hablaba con los profesores, la que se enteraba de todo. 

¿Cómo ha cambiado Nuria Álvarez a Conepa?

Yo creo que he cambiado mucho a Conepa, y creo que lo admite toda mi gente, que he mejorado mucho la imagen pública y que he empoderado mucho al equipo profesional. Por ejemplo, estoy súper orgullosa también de la confianza que tienen en mí presidentes y secretarios de las diversas asociaciones miembros. 

Hay muchas cosas estupendas que hemos hecho en Conepa. Por poner solo un ejemplo, destaco lo que hicimos en el 2017, ante la Unión Europea, cuando presentamos 5.000 firmas de adhesión de talleres a un manifiesto en el que se pedía un cauce adecuado de acceso a la información técnica necesaria para reparar. Conseguimos las 5.000 firmas en una semana. El asunto estuvo cuatro años abierto en el Parlamento Europeo y lo llevamos incluso a pleno. 

¿Y si te tuvieses que quedar con una persona de Conepa?

Me quedo con Víctor Rivera, nuestro secretario general. Siempre ha estado ahí y siempre ha tenido confianza en mí. He tenido una autonomía total en los asuntos de los que me he encargado. Siempre comparto todo con él. Sigo ejerciendo de periodista, porque veo las cosas con ojos de periodista, lo llevo en el ADN. Es mi manera de ver la vida.

Deformación profesional.

Y tanto, cada vez que algún miembro de nuestro equipo redacta alguna información de su área, circular, informe, etc, la comparte conmigo y siempre pido que me deje meterle algún titular, sumario o párrafo para darle garra periodística (risas). 

Y hablando de personas... ¿Y si tuvieses que quedarte con alguna persona del sector?

Me quedo con una persona que ya no está. Vindemial Aldea, el padre de Roberto Aldea. Era una persona sensacional, con unos valores encomiables. Me gusta Vinde porque fue un tío que nació en un molino de Soria, en una familia modesta y logró hacer cosas increíbles sin ningún tipo de formación de niño, llegando a tener una cultura impresionante. Me encantaba su visión de la empresa, del mundo y la empatía que tenía con la gente. Él escribió durante muchos años todos los meses en las revistas de recambio que yo dirigía sus 'Vivencias de un vendedor', que acabaron reunidas en dos libros que corregí y maqueté personalmente en su día. Recuerdo que él siempre venía personalmente a traerme los artículos. Nos tomábamos un café y él me miraba la cara mientras lo leía. Siempre decía que solamente de verme la expresión sabía si me gustaba más o menos. Era una persona muy conocida en el sector y me parece un referente, tanto como ser humano como empresario. Fue un visionario con la creación de Filtros Cartés, que ahora Rober (su hijo, Roberto Aldea) también lleva fenomenal. Lo creó partiendo de la nada.

¿Qué es lo que más te gusta del sector de la posventa, en general?

Las relaciones humanas. Las personas se conocen más allá que por los lazos profesionales. Hay un montón de gente que se quiere, se apoya y se ayuda. Por eso es, en parte, un sector tan endogámico. También creo que no estaría mal un poquito más de permeabilidad con otros sectores. También me gusta la importancia que se da a la prensa y que esta sea el eje vertebrador de todo el sector, desarrollando un papel mucho más importante que en otras ramas de actividad sectorial. Si no hubiéramos tenido una prensa tan implicada el sector no sería como es.

Infinitas gracias por la parte que nos toca a los medios. ¿De qué has disfrutado más, de tu etapa como periodista o de tu etapa en el ámbito institucional? 

Me quedo con la prensa, con mi etapa como periodista, aunque reconozco que fue muy dura. Muchísimo más dura y más difícil. Pero es que me lo he pasado tan bien... He tenido tantas oportunidades, he viajado tanto y me he sentido tan arropada. No tiene nada que ver. Aunque tengo que decir que mi última etapa profesional también ha sido genial y más complementaria. Más enfocada en el taller.

¿Cómo ha sido tu relación con el taller?

Los empresarios del sector me parecen ejemplares. No podemos olvidar que el taller medio español tiene como máximo a tres personas trabajando y, pese a ser empresas tan pequeñitas con tantas complicaciones, salen adelante y cumplen su función. Es un negocio muy difícil, considerado industrial (y afectado por normas pensadas en empresas más grandes), con muchas implicaciones con el medio ambiente, porque los vehículos sobre los que se actúa “ensucian”. Y, además, se trata de empresas con hilo directo con el consumidor final, por lo que le pilla normativa de todo: medio ambiente, industria y consumo. Tienen que relacionarse con los automovilistas, llevar la gestión de su empresa, captar nuevos clientes, gestionar a sus trabajadores y afrontar los problemas de escasez de formación cuando quieren contratar a nuevo personal. Y lo consiguen en bastante medida, adaptándose siempre a lo que viene. Les admiro con todo. 

Háblame de algún taller con el que hayas conectado especialmente.

Pienso en una historia tiene que ver con General Ediciones. Sucedió a principios de los años 2.000. Organizamos varios premios y uno de ellos quería destacar a los cincuenta mejores talleres multimarca de España, elegidos entre más de cuatrocientas candidaturas. Les dimos el premio en el Casino de Madrid. Prácticamente todos ellos todavía lo recuerdan como algo muy especial y transmiten agradecimiento, veinte años después. Pero recuerdo especialmente el caso de un taller de Palma de Mallorca, porque la madre del dueño me llamó a los pocos días del evento. Lo hizo para contarme que su hijo le había confesado que aquel fue el día más feliz de su vida. A día de hoy, cada vez que viene a Madrid, y especialmente en las citas de Motortec, siempre me visita, acompañado de una ensaimada.

Y luego está todo lo relacionado con la pandemia, porque entonces hubo cosas personales muy  bonitas. En aquella situación tan horrorosa la gente del taller  llamaba para compartir sus problemas.

¿Cómo viviste la pandemia?

Fue frenético. Recuerdo un fin de semana cuando los talleres no sabían si iban a poder abrir el lunes siguiente y querían abrir. Nos tocó luchar por ello. Finalmente conseguimos respuesta del Gobierno: los declararon servicios esenciales y les dieron permiso para ello. Todo el mundo contento.

A los pocos días, se dieron cuenta de que no había casi actividad. Entonces el problema surgió cuando pensaron que esa consideración de “servicio esencial” podría implicar no poder acceder a los EREs. Recuerdo estar con el agua al cuello siempre. Porque una semana todo el mundo quería abrir y a la siguiente, nadie quería hacerlo porque no había trabajo. Tocaba volver a trabajar para conseguir que los talleres que no tuvieran actividad sí pudiesen acceder a los ERTEs. 

Lo hicimos junto a Cetraa y recuerdo que tengo circulares enviadas a las dos o las tres de la mañana. Las cosas pasaban en tiempo real. Lanzábamos las novedades en la web y al rato había hasta 8.000 visitas. Fue una labor dura pero apasionante. Yo nunca he tenido tanto estrés en mi vida.

De las crisis que has vivido, ¿cuál ha sido la más dura?

La del coronavirus fue dura, pero fueron unos meses y de ella hemos salido muy bien, al contrario de lo que cabía esperar. Yo pensaba que si superábamos al coronavirus no nos íbamos a morir del virus, pero sí de hambre, y no fue así.  Yo creo que la peor crisis para el sector fue la del 2008, la económica. Porque fueron varios años y años muy duros. Pinchó la burbuja y todo lo que parecía sólido se vino abajo.

¿Qué opinas de la unión con Cetraa?

Creo que un sector unido es bueno para todos. Conepa y Cetraa son dos entidades privadas e independientes y, si les cuesta llegar a un acuerdo o no llegan, no pasa nada, porque no tienen la obligación de estar unidas. Lo importante es que se respeten mutuamente y que siga adelante la 'Alianza de talleres' iniciada en 2020, porque nos ha demostrado que juntos somos más fuertes, que nos hacen más caso y que conseguimos más cosas para el taller. Por eso yo creo que estamos condenados a entendernos. Sí creo que el tema de la unión lo hemos gestionado mal, que hemos sido demasiado optimistas pensando que todo iba a ir bien y que encima íbamos a hacerlo súper rápido, porque teníamos muchas ganas y mucha ilusión. Pero una cosa son las ganas y otra cambiar las estructuras. Quizá tendríamos que haber explicado que nuestro noviazgo iba a ser más reposado y habernos tomado la comunicación de los acontecimientos con más calma.

Los que te conocen dicen que eres una persona apasionada, implicada con tu trabajo y con predisposición de servicio al sector, primero desde los medios y luego desde el ámbito de la asociación. ¿Cómo te defines?

Pues como te decía, alguien asquerosamente responsable, hasta doler. Muy entregada y también bastante generosa. No solo con el dinero, también a nivel personal. Me refiero a generosa con las empresas que he trabajado y con el sector. Me creo las cosas y las defiendo a muerte, por encima de todo. Soy apasionada y perfeccionista en todos los ámbitos de la vida, incluso cuando serlo hace daño. 

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Nuria Álvarez se define como apasionada y perfeccionista en todos los ámbitos de la vida

¿Qué harás tras tu jubilación? 

Tengo mucha vida social y cultural. Hago voluntariado, me gusta escribir y estudiar, y voy a volver a hacer algo en la universidad. En definitiva, voy a disfrutar de la vida y, sobre todo, a dejar de madrugar. Me gusta viajar, quedar para comer, ir a exposiciones, la vida en el campo. Hago voluntariado activamente, apoyo a personas en trabajos de investigación… 

¿Te desvincularás del sector?

Individualmente y a nivel personal, de amistad, estaré para todo el mundo con quien he mantenido una relación especial. Un café o una comida. Pero no tengo intención de prodigarme por actos públicos. Esta es una etapa que acaba para mí.

Si yo fuese el hada madrina y pudiese conceder tres deseos, uno para Conepa, otro para el sector y otro para Nuria Álvarez, ¿qué pedirías?

Para Conepa, la unión con Cetraa, me gustaría.

Para el sector, respeto con respecto a los cambios tecnológicos y la nueva movilidad, porque parece que se están haciendo a sus espaldas y de forma muy agresiva. Nos tratan como los malos, los feos y los sucios y no es así. Un taller no decide el vehículo que compra su cliente, sino que da servicio a lo que compra su cliente. Se nos acusa de querer reparar vehículos en las zonas de bajas emisiones, pero es que es normal: ¿Cómo vamos a querer renunciar a lo que nos da de comer? Se nos está culpabilizando de la contaminación y estamos así porque nos han llevado por ese camino. En España no había especialistas en diésel, aquí todo el mundo compraba gasolina, y al final metieron a nuestros clientes el diésel en la cabeza. ¿Qué culpa tenemos si nos lo han metido por los ojos?

Y para mí y para mi familia pediría salud para disfrutar muchos años juntos. Mis hijos ya están encauzados profesionalmente y ya es todo mucho más sencillo también en el complicado y apasionante papel de ser madre.

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